Adiós Valverde

Ciclismo | Vuelta a España

Adiós Valverde

Adiós Valverde

dani sánchez

Perdió 3:23 y se despide del triunfo final. Venció Paolo Bettini

Cuesta seguir confiando en Alejandro Valverde. Y hablo de confianza en sus posibilidades de ganar grandes vueltas, pues nadie a estas alturas duda de su enorme talento para acumular etapas o victorias de prestigio en las clásicas. Si algunos, cada vez menos, no nos conformamos con ese brillante palmarés, es porque advertimos en Valverde un ciclista de condiciones extraordinarias, eso que los italianos llamarían un fuoriclase.

Sin embargo, comienza a invadirnos la desesperanza. Valverde perdió ayer la Vuelta en una etapa en la que se presentaba como favorito. Y la perdió por un despiste inaceptable, lo que le igualaría en distracciones a Pedro Delgado si Valverde ya hubiera ganado un Tour, una Vuelta o un país.

No. Valverde ha tropezado de nuevo contra un obstáculo invisible y lo ha hecho sin que podamos encontrar una razón o un virus. Así ha venido ocurriendo en los últimos tiempos: el ciclista que cede un día en la montaña supera después los Alpes con los mejores; el corredor que progresa contra el crono olvida lo aprendido en el momento clave, como si le fuera imposible mantener la concentración durante tres semanas seguidas. Y entonces, el asesino se vuelve víctima.

A Valverde no le gusta la lluvia, lo sabemos. Pero nada justifica su error de principiante, dejarse caer, dejarse cortar, pretender luego enlazar en solitario. En su condena estará que el lugar del naufragio le persiga como un insulto: el Alto del Caracol.

En ese puerto se retrasó durante la ascensión para reclamar un chubasquero y bajó la guardia cuando llovían cántaros y ataques, cuando la carretera era un río. El impulso del pelotón pudo ser intencionado o fortuito, pero cuando corrió la voz corrió la pólvora.

Hubo, no obstante, un momento de confusión que se alargó varios minutos y que fijó la diferencia en el límite razonable de los 50 segundos. Valverde no consiguió agarrarse a esa cuerda y en la responsabilidad que se circunscribe a ese preciso instante hay que repartir culpas con el equipo y con el director, pues faltó organización y faltaron fuerzas. Por otra parte, no recuerdo en los últimos años una sola persecución exitosa del Caisse d'Epargne.

Sin ayuda.

Desesperado y sin ayuda, Valverde tiró del grupo perseguidor con tanta rabia que se quedó en cabeza junto a Gilbert y Chavanel. Y siguió tirando obsesivamente (heroicamente en otra situación) hasta comprender que era inútil, mejor esperar, otro año, otra vida.

Por delante se relamían. Euskaltel asumía su liderazgo y a su esfuerzo se sumaban Astaná (Rubiera, incluso Klöden), el Lampre por Cunego y el Quick Step por Bettini. Lanzados como un relámpago, en las calles de Suances, en sus cuestas, se desató una batalla salvaje y hermosa. Primero atacó Contador, seguido de Egoi, al que habrá, ya lo aviso, que echar un galgo. Después respondió Bettini en calidad de campeón del mundo e italiano ofendido. Nadie pudo responder a eso.

Valverde llegó a 3:23, mudo y empapado. Pudo ganar la etapa y lo perdió todo: la Vuelta, el crédito y un enorme pedazo de nuestra confianza.