A Alejandro Valverde se le ha criticado mucho por sus tácticas conservadoras, por su especulación a la espera de rematar al sprint. Lo han dicho incluso compañeros de pelotón como Philippe Gilbert: “Valverde nunca ataca”. No fue el caso de este sábado. Valverde atacó y atacó hasta reventar. Aun así acabó tercero por segundo año consecutivo en la Strade Bianche, Caminos Blancos, la carrera que recorre 45,1 km divididos en diez tramos por la campiña toscana.

El murciano tomó la iniciativa en los sectores decisivos, pero en la rampa final ya no dio más de sí. “Vacío” y “con calambres”, como dijo después, sucumbió ante sus compañeros de aventura: el checo Zdenek Stybar (Etixx), triple campeón del mundo de ciclocross, y el belga Greg Van Avermaet (BMC).

El Movistar salió con intención y no dejó que prosperara la fuga, que fue neutralizada antes del séptimo sector de sterrato, el Monte Sante Marie, el más largo con 11,5 km. Y resultó un punto culminante a falta de 50 km. Valverde hizo trizas el gran grupo. Sólo Sagan y Stybar soportaron inicialmente su ritmo.

Ya en el asfalto, los perseguidores se unieron al trío con Cancellara, Vanmarcke, Haas, Rosa, Oss y Van Avermaet. Un grupo sólido de clasicómanos. Así se llegó al penúltimo sector, el Colle Pinzuto, con 2,4 km y pendientes hasta del 15%. Valverde, ambicioso, hiperactivo, volvió a romper en cabeza. Van Avermaet probó luego, mientras que el murciano resistía atrás con Stybar y Vanmarcke.

Una vez cazado Van Avermaet, se descolgó Vanmarcke. El podio estaba decidido, con Valverde, Stybar y el propio Van Avermaet en punta. Faltaban 12 km, ya no había más sterrato, pero restaba la rampa final al 18%. Ellos relevaban con timidez, guardaban fuerzas. Valverde las había fundido. Van Avermaet arrancó en la cuesta. Alejandro amagó con seguirle, pero estaba roto. Stybar sí resistió el arreón y rebasó al belga para erigirse como el rey de la tierra.