El día de Chavanel

Ciclismo | Tour de Francia

El día de Chavanel

El día de Chavanel

El francés recuperó el maillot amarillo y Rafa Valls fue segundo.

Francia empieza a quitarse el sonrojo por su grandeur futbolística tirada al pie de los caballos. El día después de la increíble gesta de Christophe Lemaitre en los 100 metros blancos más rápidos de la historia, los vecinos ven renacer a otro héroe que hoy será portada en L'Équipe: Sylvain Chavanel, vencedor en la Station de Rousses, frustrado primer final en alto (un segunda categoría con demasiados tramos de falso llano) de este Tour en el que los favoritos no mueven baza. ¿Lo harán cuando acabe el fútbol? Cadel Evans marca por ahora el paso. Tras él está el indultado Schleck a 30 segundos, Vinokourov a 53, Contador a 1:01 y más allá Menchov, Armstrong y todos. Desde hoy, los Alpes deben poner a cada uno en su sitio.

Chavanel corre en un equipo belga diseñado para las clásicas. En abril se apuntó a la Lieja-Bastoña-Lieja decidido a ganar. Un coche le rompió el cráneo mientras el personal que le atendía buscaba por el asfalto los dientes que pudieran salvar. Cinco días después le dijo a su director deportivo que quería "ir al Tour". Una semana más tarde, desmontó el asiento de su Harley Davidson para acomodarle encima del rodillo y así poder pedalear casi estirado apoyando la cabeza. Ayer, tres meses más allá, Chavanel conseguía su segundo triunfo en este Tour (el primero fue en Spa el lunes) y recuperó el maillot amarillo que Fabian Cancellara le quitó en el pavés. ¡Qué gesta, Sylvain! Con dentadura reluciente y sobre un asfalto que se derretía fue el más astuto de todos.

Fue efectivamente como se presumía un sábado de escapadas, no de líderes. Cuando se separó el grano de la paja, la etapa quedó para ilustres como Cunego, Voeckler, con las apariciones en cabeza de Gárate y Dani Moreno, y la feliz torería mostrada por Rafael Valls, un chico de Cocentaina que, como una avispa, picó y a punto estuvo de hacer un daño histórico. Ya con los elegidos en la ascensión a Lamoura, que tenía la cima a 4 km de meta, Chavanel aprovechó que su compañero Pineau hacía de puente para saltar en solitario. Valls tenía piernas para ir detrás de él. Pero dudó. Apostó porque Voeckler y Cunego tenían más fuerzas que el francés. "¿Ataco?", le dijo a Matxin por radio. Tuvo inmediatamente vía libre. Llegó a estar a 18 segundos de Sylvain. Un suspiro. Fueron los dos más fuertes del día. Pudo el francés. Sin embargo no será fácil descuidar ahora a este chico, el dorsal 219 del Tour, el último de todos. Que ayer fue segundo. Justo por delante del tercero, claro, Gárate. Él, como todos, se quedó pegado al asfalto.

Asfalto derretido.

Ni la máquina que tiró agua sobre el asfalto en los últimos kilómetros pudo evitar que la brea impregnara tubulares e ideas (lo que cayó al acabar la etapa fue una tormenta de granizo que pilló desprevenidos a los aficionados). No había ni terreno ni condiciones para que esta media montaña del Tour, que sería alta para otra carrera, diera rienda suelta a los que aspiran a un sueño: llegar a los Pirineos con Contador liquidado. De momento el que lidia mejor es él. Astaná controló la última ascensión y Alberto sólo tuvo que vigilar a Lance, siempre pegado a él. Como al asfalto.