Hemos cometido varios errores". Lance Armstrong ya reconoce que algo no va bien en su equipo, el RadioShack. "No estuvimos bien en los pavés. No nos colocamos delante en el pelotón y nos sacaron tiempo", reconoció ayer deprisa y corriendo bajo la canícula de Reims y estorbado por algunos aficionados que le gritaba aquello de "mentiroso y tramposo" que tanto le persigue en Francia, donde tanto puede ser el más ovacionado como el más odiado. Ayer le tocó carbón, también por parte del director de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA), David Howman, que ha calificado como "significativas" las acusaciones de Floyd Landis en las que aseguraba que en el US Postal de Armstrong había dopaje sistemático. "Vamos a ampliar la investigación", dice Howman, que involucra a la Interpol en la búsqueda de la verdad en este caso truculento que tanto daño está haciendo a la imagen del dorsal 21 del Tour, visiblemente en mejor forma que hace un año, pero lejos de ser lo que fue.

Tras fallar en Arenberg, el RadioShack mantiene ahora un pulso contra el reloj, contra el paso de las etapas y las oportunidades que tiene Armstrong (también Klöden y Leipheimer) para darle la vuelta a una situación que se ha complicado. "Intentamos aprovecharnos de un posible cambio de viento pero no fue posible. Lo seguiremos probando porque no nos vamos a marchar de aquí. Felizmente, al fin, pasamos una jornada de sol sin mucho peligro y sin caídas", dijo el americano, que está guiado desde el coche por Johan Bruyneel. El belga aún piensa en dar la sorpresa ya que, por primera vez en muchos años, empieza el Tour sin ser el favorito. "Vamos con menos presión que en otras ocasiones", ha reconocido. En sus últimas diez participaciones ha conseguido nueve triunfos en París, siete con Armstrong y dos con Contador, sin contar además 2008, donde su equipo (Astaná) no participó al no ser invitado por la organización del Tour por sus anteriores escándalos de dopaje.