Un atleta de 1.500 metros puede correr un gran 800 o un magistral 5.000, pero si lo intenta con el 400 o el 10.000 seguramente pagará su osadía. Algo así le pasó ayer a Carlos Sastre en el Blockhaus, porque en ciclismo, a excepción de un puñado de superdotados que bordan todo, también hay especialistas. Sastre es un motor diésel, un fondista, y en una etapa de 83 kilómetros no tiene tiempo ni para calentar. A estos trazados se adapta mejor gente como Pellizotti, ganador del día, Di Luca o Garzelli. Y éstos fueron los protagonistas de una jornada que acabó con Sastre fuera del podio: quinto, a 3:30 de la maglia rosa, que continúa vistiendo Denis Menchov, y a 1:30 del tercer escalón del podio, que ahora ocupa Pellizotti.

Sastre estuvo valiente y fue el primero en dar la cara. A 25 km de la meta puso a trabajar al Cervelo y en las rampas iniciales atacó varias veces con la intención de reeditar sus gestas de Alpe d?Huez o Monte Petrano, pero ni sus piernas estaban como entonces, ni sus rivales tan tocados. Sí prosperó el órdago de Pellizotti, a quien intentó dar caza infructuosamente un Armstrong cada vez más afinado. Y también hizo daño Di Luca, espoleado por su público en los Abruzzos, a quien sólo resistieron Menchov y Garzelli.

A Sastre todavía le queda mañana la opción del Vesubio y seguro que lo volverá a intentar. Pero no nos hagamos demasiadas ilusiones, porque ni el kilometraje (164) ni el puerto final (13 km al 8,2% de media) sonríen a nuestro fondista.