Boonen el rápido

Ciclismo | Vuelta a España

Boonen el rápido

Boonen el rápido

dani sánchez

El jiennense Manuel Ortega fue el héroe de la jornada, al correr en solitario 140 kilómetros. Bettini se dejó ver en el Alto de San Jerónimo, pero los velocistas querían sprint. En Córdoba, Boonen se impuso a Benatti, que es el nuevo líder de la carrera gracias a las bonificaciones.

Si deseábamos la victoria de un corredor forastero era, únicamente, para verlo adornado con el sombrero cordobés. Se trata de una crueldad habitual en la meta de Córdoba, que se repite en el País Vasco con la txapela y en Asturias con la montera picona. No se conoce ciclista que haya salido airoso del trance, pues es bien sabido que estos fieltros sólo favorecen a los más auténticos lugareños. Y Boonen, el hombre que nos ocupa, es flamenco, pero de Bélgica.

La imagen del ganador con un sombrero que sólo ha sentado bien a Manolete (el torero, quiero decir) es justo castigo para quien ha coqueteado con el lado oscuro. El pasado mayo, tres días antes de la Vuelta a Bélgica y poco después de su brillante victoria en la París-Roubaix, Boonen dio positivo por cocaína en un control sorpresa. Como la Agencia Mundial Antidopaje sólo penaliza el consumo si se detecta dentro de la competición, el campeón mundial de 2005 se libró del castigo deportivo, aunque no del rechazo. No le fue permitido correr la Vuelta a Suiza, el Tour impidió su participación, donde no pudo revalidar el maillot verde, y su Federación le excluyó de los Juegos.

La desordenada vida de Boonen no se limita a un hecho aislado. El año pasado destrozó un Lamborghini Murciélago (350.000 euros) por querer, según explicó, no atropellar a un gato. Ayer, horas antes de su triunfo, fue condenado a dos meses sin permiso de conducir y a pagar 1.500 euros por dos infracciones de circulación. En el primer caso, registrado en abril, fue multado por conducir a 129 km/h en una zona limitada a 70. En el segundo, el pasado junio, alcanzó los 180 km/h en una carretera limitada a 90, por la que transitaba hablando por el móvil y bebido; sólo le faltaba el sombrero cordobés.

Conviene disfrutar de Tom Boonen mientras sea posible y hay que esperar que su victoria redima a un talento desbocado que cumplirá 28 años el próximo 15 de octubre. Después del drama de Vandenbroucke (positivos variados e intento de suicidio incluido) el país que vio nacer a Eddy Merckx no se merece estos sofocos.

Calores.

La etapa que precedió el triunfo de Boonen fue ardiente en el más amplio sentido del término. Hizo un calor de altos hornos y durante 130 kilómetros apenas se divisó un árbol que aliviara la cocción. Volvemos a toparnos con el problema de las anchas carreteras que atraviesan secarrales; parece mentira que Olano, responsable del trazado, se haya criado en los verdes valles de Tolosa.

Fue en ese tramo de fuego donde Manuel Ortega, natural de Jaén, desafió al mundo. Jaleado por su peña en la salida, el corredor de Andalucía Cajasur se escapó en el kilómetro 2 y se deslizó por el asfalto hirviendo camino de un imposible. Corrió con orgullo y llegó a tener 15 minutos de ventaja a los 46 kilómetros, pero las fuerzas se le acabaron en el Alto de San Jerónimo, que es el patrón de los libreros.

En esas rampas atacaron Bettini, Chavanel, Flecha y otros valientes, imaginando, quizá, que esa estrecha carretera que por fin transitaba entre pinos tendría continuación en un terreno propicio para las emboscadas. Pues no. Después de un intervalo agreste, los ciclistas desembocaron en una carretera abierta y espaciosa, ideal para aterrizar.

Allí fue devorado Bettini, el último de los supervivientes, y por allí se animó Boonen, al que le gusta volar bajo.