En mitad del caos, Erik Zabel fue el vencedor. Gusta encontrar las cosas en su sitio. El alemán sumó su noveno triunfo en el Tour y nunca con más mérito. Apenas se habla con Ullrich. El jefe ha pedido un equipo dedicado a él en cuerpo y alma y Zabel, cinco años seguidos ganador de la regularidad, se ha quedado sin lanzadores. Fagnini y Aldag están en casa. Búscate la vida.

Es imposible no asociar cada acontecimiento presente con los tiempos de Indurain. En el Tour del 96, el que fundió al mito, también llovía. Las primeras jornadas fueron gélidas, igual de nerviosas. Armstrong y Ullrich son ahora Miguel, por eso no sería extraño que les temblaran las piernas. Ellos dirán que es el frío.

Volvamos al mundo real. A los 55 kilómetros de convulsiones variadas, se escaparon dos franceses, Oriol y Jackie Durand, un ciclista que remata todo lo que le tiren. Llegaron a tener hasta nueve minutos de ventaja, con lo que Durand era virtual maillot amarillo. Mientras tanto, el pelotón se comportaba con la suficiencia del guepardo que ve alejarse al antílope.

Los fugados tuvieron que pararse delante de la barrera de un paso a nivel, no era su día. Los jueces apenas pudieron retener al pelotón (de fusilamiento). A sólo 16 kilómetros de la meta el grupo dio caza a los escapados y llegó el frenesí.

Ataques, locura, abanicos y codazos. Manolo Sainz toca la corneta y la ONCE se pone en cabeza. Llegan los primeros cortes (sangrantes) y las primeras caídas (cortantes). Nardello se estrella y provoca una montonera en la que se ve envuelto Carlos Sastre, que sale ileso y finalmente enlaza. Uff.

Etapas de transición, pero a la locura. Campo de minas. Recuento de efectivos. Estamos todos. Y enteros.