Del 4-0 y Kevin Roldán al derbi de hoy

El último derbi liguero en el Calderón fue un trueno, con aquel 4-0 y el recuelo de la fiesta. Cristiano cumplía años, había convocado una fiesta, bastante inocente, por cierto, pero tuvo un doble contratiempo: coincidió con la goleada y algunos de sus asistentes, particularmente Kevin Roldán, vulneraron la intimidad. Todo aquello sentó muy mal entre el macizo del madridismo, para el que caer ante el Atlético es algo que no permite fiestas, y provocó más adelante la burla de Piqué, con su secuela de pitos en la Selección. De aquello sólo salió ganando Kevin Roldán, con una publicidad universal.

Cristiano completó su desatino enfadándose con la prensa, que para algo tenía que valer. Desde entonces nos castigó con su silencio hasta ahora mismo, cuando recibe vítores por su récord de goles. Traigo todo esto a colación por poner de relieve el valor que han vuelto a tener los partidos de rivalidad madrileña, tan mortecinos durante años. Así que no es extraño que este se viva con una emoción recuperada, muy bien recogida por las palabras de Benítez, en su día canterano del Madrid, que aún recuerda la prima que le dieron por el primer empate ante los rojiblancos. El valor de una rivalidad.

Claro, que a este partido se llega en condiciones distintas. El Madrid afrontó aquel con bajas muy graves, ahora no tiene tantas. Al Atlético le pilla cambiando de caballo, con Simeone apeándose del sólido e infatigable percherón que le ha traído hasta aquí por otro equino con más gracia para el galope pero menos resistencia para arrastrar cargas por el barro. A mí me gusta su intento, me parece atrevido y muy de agradecer desde el punto de vista del espectáculo, pero esto acaba de empezar y atraviesa justo el proceso de la desconfianza y las dudas. De lo que hoy pase se hablará también mucho.