VUELTA A ESPAÑA | ETAPA 13

Almirante Nelson Oliveira

El ciclista portugués del Lampre remató en solitario una fuga de 24 corredores. Nairo sufrió al inicio de la etapa. Este sábado se sube a la Fuente del Chivo.

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Almirante Nelson Oliveira
Jesús Rubio

Nelson Oliveira no conoció a Joaquim Agostinho; nació cinco años más tarde. Sin embargo, existen muchas posibilidades de que Nelson, flamante ganador en Tarazona, sea hijo deportivo del mejor ciclista portugués de la historia. Sucede con frecuencia. La irrupción de un genio despierta algo más que el interés por un deporte, hace brotar la fiebre.

Como la raza mejora (o se suaviza), Nelson Oliveira no tiene los brazos peludos de Agostinho, ni su barba cerrada, ni su robustez de rinoceronte. Nelson es un fino estilista, tal y como demostró en el descenso del Moncayo y en los kilómetros que le condujeron después a la meta. Gracias a sus dotes como contrarrelojista (subcampeón mundial Sub-23 y séptimo en la crono mundialista del pasado año), Oliveira pudo mantener a raya a la veintena de ciclistas que había burlado poco antes.

Agostinho tampoco era cojo contra el reloj. Aunque su corpulencia era propia de un sprinter, esa era la única especialidad en la que no destacaba. Una de sus cronos más recordadas tuvo lugar en San Sebastián, en la última etapa de la Vuelta de 1974. Ganó, pero no le alcanzó para proclamarse campeón. Después de un sospechoso barullo, los jueces determinaron que Fuente era el vencedor final por once segundos. Agostinho siempre se sintió ganador moral de esa carrera.

La etapa de ayer discurrió sin sobresaltos, aunque en la fuga de 24 ciclistas había dos corredores bien situados en la general: Brambilla y Sicard. Astana no entró en pánico y controló la fuga, quién sabe si gastando unas fuerzas que necesitará a partir de hoy. Mientras la jornada tomaba cuerpo, las tertulias giraron en torno al comunicado de la Asociación de Ciclistas Profesionales. Su presidente, Gianni Bugno, insta a la UCI y Unipublic a detener la “carnicería”, en referencia a los últimos accidentes sufridos.

Agostinho también tendría algo que decir al respecto. En la Vuelta de 1972 se estrelló de cabeza contra un mojón de la carretera. Sufrió un paro cardíaco y fue reanimado con respiración boca a boca. Estuvo inconsciente durante horas en un hospital de Tarragona hasta que despertó con la firme determinación de correr el Tour tres meses después. Así lo hizo.

El riesgo es inherente al ciclismo, como bien sabe Bugno, que tuvo que recibir tratamiento psicológico por sus ataques de pánico en los descensos. Correr en equilibrio sobre dos ruedas es la primera aventura. Después vienen las demás. Agostinho aprendió muy tarde a montar en bicicleta y siempre arrastró fama de ciclista torpe. Sin embargo, no le mató la torpeza, sino el infortunio. Un perro se cruzó en su camino en la Vuelta al Algarve de 1984 y Agostinho se fracturó el cráneo. Se le declaró muerte cerebral, pero su corazón siguió latiendo durante diez días.

Fantasmas. Nelson Oliveira cruzó la meta de Tarazona con la alegría propia de quien consigue su primera victoria internacional. Su festejo sobre la bicicleta, jubiloso y espontáneo, incluyó una reverencia que no estaba dedicada a Agostinho, al menos conscientemente. En las dedicatorias de rigor, a todos los que le ayudaron, sí apareció el fantasma del viejo y rocoso campeón. Porque los fantasmas existen.