VUELTA A ESPAÑA

Danny Van Poppel, hijo de papá

Un hijo del histórico sprinter Jean-Paul Van Poppel ganó en Lleida. Degenkolb volvió a fallar en una llegada masiva. La escapada mantuvo su sueño de victoria hasta el final.

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Danny Van Poppel, hijo de papá
JAIME REINA AFP

El velocista Jean-Paul Van Poppel, ganador de 22 etapas en grandes vueltas, se casó con la corredora Leontine Van der Linden y tuvieron dos hijos ciclistas, Boy y Danny. El matrimonio Van Poppel se divorció (quizá un abanico) y Jean-Paul se casó con Mirjam Melchers, subcampeona del mundo de fondo en carretera. La querencia de los Van Poppel hacia las bicicletas queda demostrada. Su talento, también. Ayer mismo,  Danny (22 primaveras) consiguió en Lleida su victoria más ilustre hasta el momento. Al sprint, naturalmente.

Las sagas ciclistas no son cosa nueva. Las hay de todo tipo y condición, con una única coincidencia: no se conoce un gran ciclista que haya sido superado por su hijo. El ejemplo más recurrente es el de Axel Merckx (hijo del Caníbal), muchacho abocado al fracaso porque se le comparaba con Dios. No hace falta irse tan lejos. Nicolas Roche (31), presente en la Vuelta, es un estupendo ciclista que no alcanzará la excelencia de su padre (Stephen), ganador de Giro, Tour y Mundial en 1987.

Lastre glorioso

Se hace evidente que el apellido pesa cuando es ilustre. Sin embargo, el contagio es inevitable, no hace falta el aluvión genético de los Van Poppel. Miguel Indurain López de Goicoechea (19) compite en categoría Sub-23 con el maillot del Caja Rural, consciente de que ser hijo de extraterrestre le ayudará poco o nada. No se rinde, pese a todo. Tampoco lo hace Rick Zabel (21), hijo de Erik, sprinter del BMC y ganador de una etapa en la pasada Vuelta a Austria. Julien Bernard (23), hijo de Jean-Francois, ha fichado por el Trek con el desafío de emular a su padre, tercero en el Tour 87 y gregario luego de Indurain.

Tal vez Mathieu Van der Poel (20) esté en condiciones de ser la única excepción a la regla. Hijo de Adrie y nieto de Poulidor, el chico se proclamó en febrero campeón del mundo de ciclocross. Antes, como júnior, había sido campeón mundial de ruta. Ahora sólo le queda hacer ocho podios en el Tour (sin victorias) y ganar una Vuelta para igualar al abuelito.

Regresemos a la carrera. El triunfo de Van Poppel fue la culminación de la etapa más tranquila de la presente edición, si exceptuamos el abandono de Froome, conocido antes del inicio. El británico se marcha sin doblete, pero con el cariño y el respeto de la afición al ciclismo. Otro tipo de título sin podio.

No faltó la pimienta, pese a todo. La fuga del día (Gougeard, Lindeman, Venter, Bouet y Rubiano) mantuvo su aventura en pie hasta el último kilómetro. Fue más una crueldad del pelotón que mérito de los escapados, que jamás gozaron de grandes ventajas. La pereza de los cazadores es la que provocó una duda general. Al final, el sueño de los sublevados se vio perjudicado por el recorrido (sin un recoveco) y por la tecnología. Desde que existe el GPS, cazar ratones se ha convertido en un ejercicio matemático.

La resolución del sprint fue inesperada, porque el alemán Degenkolb era el favorito. Tampoco remató esta vez. Después de ganar San Remo y Roubaix, su palmarés parece empachado. De otro modo no se explica su torpeza en la llegada. Le faltó habilidad y colocación, también fe. Van Poppel lo tuvo todo, genes incluidos. Es bien sabido. Cuando los padres no bastan, las madres acuden al rescate.


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