Alberto Contador se dislocó el hombro izquierdo en la montonera de Castiglione, pero continúa en el Giro. Y no es tontería lo que le aguarda este viernes entre Grosseto y Fiuggi: 264 kilómetros de sube y baja. El sábado, la ascensión a Campitello. Aunque le han recetado calmantes, no puede infiltrarse por las normas de la UCI, según explicaron a AS los doctores que le atendieron. El parte oficial rezaba así: “Inestabilidad menor de la articulación”. Se la fijarán “con un vendaje especial”.

Contador había superado con tranquilidad su primera jornada en rosa, atento en cabeza y bien arropado por el Tinkoff. Hasta la última recta. La carambola provocada por la cámara de un imprudente aficionado le llevó al suelo. En la primera exploración se le diagnosticó una luxación. Él aseguró que se le salió dos veces el hombro. También se golpeó la rodilla derecha y se le aplicó hielo. Como le "dolía el brazo" no se enfundó la maglia en la ceremonia de la etapa.
El líder del Giro pasó el pertinente control antidopaje y no acudió a la conferencia con los medios. “Para una rueda de prensa estoy yo ahora”, resopló. Su malestar y su enfado eran notorios: arrojó el maillot al bajar del podio. Acto seguido, su jefe de prensa Jacinto Vidarte condujo al madrileño hasta su alojamiento de Punta Ala. Le acompañó el dueño de la escuadra, Oleg Tinkov. Miembros de la organización amenazaron a periodistas y fotógrafos con la retirada de la acreditación si ponían en peligro a Contador.

En el Golf Hotel, un complejo deportivo de cuatro estrellas, recibió la visita del equipo médico móvil de la carrera, que le efectuó radiografías y ecografías. Las pruebas descartaron lesiones de mayor gravedad. En estas condiciones, Contador afirmó que no abandonaba. Sin embargo, se palpaba preocupación en la estructura rusa. Él tampoco las tenía todas consigo. “Esperemos los resultados definitivos y decidiremos”, dijo antes de introducirse en el vehículo. Oleg Tinkov confía en “la fortaleza de Alberto”. A ver.