Cuando Rafa Valls ganó en el Mirador del Potrero en el Tour de San Luis de 2010, con sólo 22 primaveras, se le señaló como una de las más firmes promesas del ciclismo español. En aquella carrera terminó tercero por detrás de Nibali, vencedor, y Serpa. Natural de Cocentaina, en la Montaña Verde consiguió su segunda victoria como profesional… cinco años después. Desde 2010 hasta 2015 ha pasado por “una travesía de lesiones, enfermedades y mala suerte”, como él señala, que le han “impedido confirmar” lo que un día apuntó. Su Tour de Francia de 2010, al ataque siempre y segundo en Des Rousses, quedaba demasiado lejano.

Sin embargo, su victoria y liderato en Omán, por delante de Van Garderen, Valverde, Majka o Pinot, le ha devuelto a la primera línea. “El primer sorprendido soy yo”, reconocía sincero tras cruzar la meta con el dedo gordo de la mano derecha metido en la boca, una dedicatoria para su mujer y su hijo, los que le han “sufrido en las épocas malas”: “Aunque me había preparado fenomenal durante el invierno, con buenas referencias, y me sentía bien, nunca había estado a la altura de esta gente. Ni mucho menos me planteaba batirles”.

Pero lo hizo. Con varios acelerones en la parte más dura de la subida (al 13%), sólo aguantaron en cabeza Valls, Valverde y Van Garderen. Y a falta de 300 metros, antes de la última curva de herradura, Valls remató al norteamericano, al que alejó a 9 segundos en la general. Valverde entró a 19 segundos. “Me recordó a un Circuito Montañés contra Tejay, en 2008, aunque él es ahora quinto del Tour. Llevo una buena diferencia, pero faltan dos jornadas duras, sobre todo la de este sábado, con cuatro ascensiones (al repecho de Bousher Al Jamerat, 3,2 km al 6,8%)”.

Valls cumple su segunda en el Lampre después de que sus anteriores escuadras, el Geox, en 2011, y el Vacansoleil, en 2013, desaparecieran. “Me encuentro feliz en el equipo, adaptado y rodeado de gente genial”. Agradecido por su colaboración en la Montaña Verde, el líder de Omán se fundió en un emotivo abrazo con Rui Costa, al que no paraba de repetir “Gracias”. La ceremonia del podio y el maillot rojo iluminaron su sonrisa: “Casi me había olvidado de esta sensación, qué bonito regresar a lo más alto del cajón”.