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Tour de Francia

El podio todavía es posible

Valverde no pudo aguantar el ritmo de Pinot y de Péraud en Hautacam y perdió por dos segundos la tercera plaza. Nibali fue tiburón y se apuntó la etapa.

Actualizado a
IMPARABLE. Ni siquiera el acoso de un aficionado semidesnudo frenó la potencia y la determinación de Vincenzo Nibali en la subida de Hautacam.
Reuters

Cuatro triunfos de etapa y 19 días como maillot amarillo. Así terminará Nibali el Tour, salvo que sume una victoria más en la crono de mañana, cosa que no se espera, pero tampoco habrá quien la descarte. Sin duda, se trata del recorrido de un campeón, y sobre ese asunto quiso insistir ayer el líder en Hautacam. Una vez asegurado el triunfo final, Nibali lucha contra las objeciones, contra la sombra de Froome y Contador, qué hubiera ocurrido con ellos en liza. Esa carrera de la suposición no terminará de ganarla nunca, o no la ganará en este Tour, sino en los siguientes. No hay felicidad completa, aunque todas parezcan redondas.

Tan inútil es imaginar un Tour sin bajas como uno que hubiera discurrido hasta aquí sin el Tiburón italiano. En esa hipotética edición estaríamos disfrutando de una intriga en quince segundos, los que separan, a falta de tres etapas, a Pinot, Péraud y Valverde. Todos los organizadores sueñan con algo semejante, pero a ese sueño hay un ciclista que llega demasiado pronto y otros dos demasiado tarde.


ES - Resumen - Etapa 18 (Pau > Hautacam) by Le Tour de France

El podio se completará después de la crono de Périgueux, un trazado exigente que favorece a Péraud y que no intimidaba a Valverde, al menos, antes de empezar la carrera. A estas alturas, ya sabemos que las fuerzas son más importantes que la pericia, los antecedentes o el túnel del viento. Lo hemos comprobado en el propio Valverde, tan cerca del límite que en las dos últimas etapas ha tenido que recomponerse, en ambos casos muy cerca del KO. Ayer no le dio para salvar el podio, aunque sí para salvar el tipo.

Opciones. No se le puede pedir más. Valverde llegará al penúltimo día con opciones de entrar en el cajón. No está mal para quien, a los 34 años, pelea por un Tour que ya no le corresponde, porque el suyo quedó atrás, perdido en la niebla de Armstrong y de los errores propios, también confundido entre la mala suerte. Al final tendremos razón todos: los que niegan que sea un hombre-Tour y los que pensamos que hubiera podido serlo.

La última suposición de un día plagado de ellas hay que formularla a partir del ataque que Valverde lanzó en el descenso del Tourmalet, donde le esperaban Izagirre y Herrada. Faltó lluvia, quizá faltaron fuerzas y probablemente sobró gente en el grupo principal, poco exigido en el ascenso. El caso es que la ventaja no pasó de los 20 segundos, un suspiro, aunque hay suspiros que te alegran una tarde.

Eso mismo debió pensar Nieve, que durante varios suspiros se imaginó ganador de la etapa. Superviviente de la fuga del día, lo tenía casi todo controlado. Sólo hubiera necesitado un repelente anti-tiburones. Nibali le adelantó como si fuera una moto de mayor cilindrada, como se abandonan los zapatos viejos, que diría Sabina. Por detrás, Pinot tensaba el podio, comprometía a Valverde y descartaba a Bardet. También se libraba otra guerra. La de Majka en defensa de su reinado de la Montaña, amenazado por Nibali. Finalmente, el polaco salvó los puntos rojos al entrar tercero.

No se vayan todavía. Queda un podio que es un símbolo y falta un triunfo de Sagan para que la vida tenga sentido y para que sea cierto que quien la sigue la consigue, que los palos sirven para construir un fuerte.