En 2011, Robert Gesink se impuso en el Tour de Omán con muchísima facilidad. Aquella fue la segunda edición de la carrera (la primera la conquistó Cancellara), y el neerlandés venció en la Montaña Verde (dedicó la victoria a su padre, fallecido en octubre de 2010 en un accidente de mountain bike) y en la crono individual. Venía de terminar quinto en el Tour de Francia 2010 y, con un inicio de temporada tan esperanzador (segundo en Tirreno y tercero en País Vasco), el podio de la prueba gala se convirtió en su objetivo. Las caídas, que le han lastrado a lo largo de su trayectoria, le impidieron pasar del 33º puesto.

Después de dos campañas en las que sólo ha dejado destellos, sexto en la Vuelta de 2012 o el triunfo en el GP Quebec de 2013, con 27 años (cumplirá 28 en mayo), llega el momento de la verdad para él. Y lo reconoce: “Por unos motivos u otros no he rendido lo que se esperaba de mí en las grandes competiciones. He tenido muy mala suerte con las lesiones. Ojalá la salud me respete en este 2014 para afrontar los retos con plenas garantías”. La principal meta será el Tour: “Considero que completar una brillante general se encuentra a mi alcance. Ya veremos si con posibilidades de subir al cajón de París, existe una dura competencia”.

Antes, quiere realizar un buen papel en Omán, donde le acompañan de vacaciones su mujer y su hija: “Como ganador de la ronda, debo esforzarme para hacer la mejor clasificación. Me encanta el país y me encanta el recorrido, y me gustaría volver a alzar los brazos en la Montaña Verde. Sin embargo, la gente que disputa aquí, Froome, Nibali o Purito, ya es de mucha calidad y complica las aspiraciones”. Y, como deseo personal, destaca la Amstel Gold Race: “Se trata de la clásica más prestigiosa de mi país, una carrera que se adapta bien a mi perfil. Supondría un momento de gran felicidad. Acabé tercero en 2009 y creo que puedo vencer en el Cauberg. Me veo capacitado para las pruebas de un día”.