Vincenzo Nibali es un hombre tranquilo. Para aprovechar la segunda jornada de descanso, el líder de la Vuelta se levantó relativamente tarde, pasadas las 10 de la mañana. Almorzó en la terraza del hotel Hiberus de Zaragoza junto a su director, Martinelli, y su compañero de mayor confianza, Vanotti. Posó para AS, atendió a los medios españoles en la recepción y a las 12:30 salió a rodar unos kilómetros “para soltar las piernas”.

“Tengo confianza en mis posibilidades y sé que puedo ganar la carrera. Haber conquistado ya la Vuelta y el Giro me da optimismo, me manejo bien con la presión”. Desde luego, no denota nerviosismo en sus palabras. Aun así, se muestra cauto: “Horner será un rival peligroso, nadie le esperaba a este nivel, ha supuesto una verdadera sorpresa. Sólo le saco 28 segundos y nos queda terreno muy complicado por delante, como Peña Cabarga o el Angliru. Valverde y Purito se encuentran más alejados”.

'El Tiburón' (prefiere 'Lo Squalo', en italiano) ofrece una clave para las próximas etapas: “A mí me vienen mejor las pendientes extremas que a Horner. Él sube levantado y gasta mucha energía. En estas rampas hay que regular”. Sin embargo, también admite que no es el mismo que el del Giro: “Muevo 20 vatios menos de potencia que entonces y siento la fatiga de la temporada. Horner no ha disputado ninguna grande. Valverde y Purito deberían pagar los esfuerzos del Tour, pero les vigilaré de cerca”.

Para concluir, Nibali apunta un deseo: “No me importaría llegar al Angliru con esta renta sobre mis rivales. Se trata del último día de competición y me dejaré todo en la carretera para vencer en mi segunda Vuelta. Aquí es donde me impuse en mi primera ronda de tres semanas, donde me confirmé en la élite del ciclismo. Me encanta España y aspiro a ganar otra vez”. Ambicioso, esforzado y prudente, así es el maillot rojo.