Se fumó a la ONCE en su paso a profesionales

Ciclismo | Purito Rodríguez

Se fumó a la ONCE en su paso a profesionales

Se fumó a la ONCE en su paso a profesionales

jesús rubio

Le pusieron el mote en su primera concentración

A los 21 años, Joaquín Rodríguez (Parets del Vallés, 12 de mayo de 1979) firmó por la ONCE para debutar en 2001 como profesional. En su primera concentración con la formación de Manolo Saiz, en El Bosque (Cádiz), surgió el sobrenombre de Purito. Tras haber completado 180 kilómetros de duro entrenamiento, Quim adelantó a los capos y a los más veteranos del equipo en un repecho: se volvió hacia sus nuevos compañeros y les hizo el gesto de fumarse un cigarro (como el de la foto de la derecha), sobrado. Ya en el hotel, en la cena, le subieron a una silla y le hicieron pegarle unas buenas caladas a un puro.

Purito siempre se ha distinguido por su espontaneidad y desparpajo, características que ha trasladado también a la carretera, donde se transforma en un corredor ofensivo, a veces un tanto descontrolado. Gracias a esa valentía y a sus explosivas condiciones físicas (mide 1,69 y pesa 55 kg), se ha convertido en el mejor up­hill finisher del pelotón mundial, un ciclista que ha hecho de las cuestas su coto privado de caza. Su palmarés muestra una conquista sucesiva de muros: Montelupone (Tirreno-Adriático), Puy (GP Indurain), Valdepeñas de Jaén y San Lorenzo de El Escorial (Vuelta a España), Aia e Ibardin (Vuelta al País Vasco), y la más reciente y prestigiosa hasta tomar ayer Asís: Huy, en la Flecha Valona.

Desde que firmó por el Katusha, en 2010, la calidad y la cantidad de sus triunfos se ha multiplicado. Esa misma temporada se proclamó número uno del ránking de la UCI, se llevó una etapa en el Tour y otra en la Vuelta, y logró su único podio en una grande: quedó tercero en la ronda española, después de que Mosquera fuera descalificado por su positivo. Sin embargo, no se arrepiente de haber pasado tantos años a la sombra de otros corredores, como Valverde: "Sin esa fase de aprendizaje, no sería el mismo ciclista de ahora. La ocasión de liderar un equipo me ha llegado cuando tocaba, con la madurez necesaria para afrontar grandes retos". Esta campaña ha conseguido dos de esos objetivos: ganar una clásica, la Flecha Valona, y contar con victorias en las tres grandes. Fiel culé y amante de Italia, sus amigos Bettini y Piepoli (con el que se entrena) le ven preparado para dar el siguiente paso, aún más ambicioso: conquistar el Giro.