Alberto Contador remató la Vuelta al País Vasco como la empezó: con triunfo. Ganó la primera etapa destacado en Legazpi y se impuso con claridad en la contrarreloj de Orio. El de Pinto sacó 22 segundos de ventaja al australiano Cadel Evans y 27 a Thomas Dekker, que fueron también los que subieron con él a un podio de lujo: los dos primeros del pasado Tour y la gran esperanza holandesa.

Contador salió a tope y en la cima de Aia (km 6) ya aventajaba en 21 segundos a Evans, distancia que mantuvo con altibajos hasta la meta, donde le esperaba Macarena, su novia, y cuatro amigos de Pinto, armados con megáfonos, que hicieron ruido por cuarenta.

Tras la carrera, Contador desveló un secreto guardado desde el primer día: se le había infectado una muela y ha estado toda la semana aguantando el dolor, sin tomar antibióticos porque debilitarían su organismo. La muerte de su abuela María, el martes, también fue un palo. Pero nada ha frenado su marcha, dominó de principio a fin y culminó superando a Evans en su propio terreno.

Contador ha demostrado en esta Vuelta al País Vasco dos cosas: que no fue casualidad su triunfo en el Tour y que va a ser una verdadera pérdida su ausencia en la próxima edición de la ronda gala. Un corredor poderoso, valiente y con una querencia torera por el espectáculo iba a dar mucho juego. Pero es lo que hay.