Rey Armstrong

TOUR 2001

Rey Armstrong

Rey Armstrong

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Ya ha ganado tres Tour consecutivos y se ha convertido en uno de los mejores ciclistas de la historia. Pero todavía hay recelos. Parece que un americano tan americano profana la liturgia europea del Tour. Y hay quien teme que un día, en el podio de los Campos Elíseos, se ponga a comer fritos de maíz.

No hay cuidado. Ni razón para desconfiar. Porque hace mucho tiempo que Lance Armstrong ya no es americano, ni siquiera un ciclista. Es una esperanza.

"Volveréis a casa bajo arcos triunfales". No habló Armstrong arengando al US Postal. Lo dijo Napoleón. Y ayer los ciclistas terminaron su aventura allí mismo, en París. Fue precisamente en los Campos Elíseos, la última morada de los héroes, según cuenta la mitología clásica. Es bonito creer que nada es casualidad.

El final del Tour es como el día de la Liberación. Todo es una fiesta; tímida al principio porque no es fácil olvidar meses de férrea disciplina militar, y algunas balas todavía silban en los oídos. Hay fotos para todos, incluso entrevistas en carrera. Y un rumor inconfundible cuando se divisa a lo lejos la silueta de la Torre Eiffel, cerca de una pequeña réplica de la Estatua de la Libertad (otra vez las casualidades).

Y ya en las calles de París, el desfile se confunde en la Plaza de la Concordia con otros ejércitos y guillotinas, con amenazas que se convirtieron en gloria, justo como en el Tour. Los pedales entonces se mueven solos, y el aire entra a borbotones en los pulmones. Los alemanes iban de gris y tú de azul, dijo Humphrey Bogart, quizá daltónico, apurando un whisky en Casablanca. Pero en el fondo tenía razón, porque esa mano que se tendieron los dos enemigos en Luz Ardiden sonó a "esto puede ser el principio de una gran amistad".

El Everest

Es el final de una aventura, de un reto tan viejo como la humanidad. La superación como forma de alcanzar la trascendencia, de encontrarse a uno mismo. Por eso se sube al Everest y por eso cada verano nos disponemos a correr el Tour. Porque es fascinante presenciar esa vida en miniatura sometida por igual a la suerte y a la desgracia, en manos del destino y del pundonor.

Ayer, el checo Jan Svorada ganó con autoridad la etapa más prestigiosa para un sprinter y Erik Zabel aprovechó para seguir haciendo historia. Ya va por su sexto maillot verde consecutivo. Y Armstrong se volvió a proclamar campeón. Hay quien piensa que es poco elegante hablar siempre de su cáncer, lagarto, lagarto.

Pero Armstrong no es sólo un deportista, sino un ejemplo. Siempre habíamos buscado algo así, y no debe sonrojarnos ahora la victoria de este americano chulesco y pintón. Cuentan que cuando subió al podio la ovación arrancó en Austin y se extendió por muchos hospitales de todo el mundo. Como un reguero de esperanza.