Camino del cielo

TOUR DE FRANCIA

Camino del cielo

Camino del cielo

REUTERS

Lance Mooneyham. Así debería llamarse el triple ganador del Tour de Francia. Armstrong siempre ha renegado de su apellido, herencia de un padrastro que le pegaba y que abandonó a su madre. Ahora basta con llamarle campeón.

Da un poco de sonrojo recurrir a algo tan sencillo para describirle, pero ya no es posible compararle con mitos y héroes. Conviene ir más allá, hablar de Merckx o Indurain.

Pero la inmensidad de Armstrong se mide por la grandeza de Ullrich. Porque es inevitable enamorarse del alemán valiente que convierte su impotencia en derrota gloriosa.

Ayer volvió a lanzar un ataque desesperado, muy lejos, en el Peyresourde. No importó que Armstrong se pegara a su rueda porque Ullrich ya no corre contra el americano, sino contra sí mismo, contra los seis Tour que tenía en las piernas.

En un descenso suicida, Ullrich desapareció en una curva a 80 kilómetros por hora. Pudo morir, pero salió de allí inyectado en rabia, ansioso por seguir con su hermosa misión inútil: atacar al atacante.

Fue una etapa maravillosa, con mil demarrajes y con otros tantos ciclistas retorciéndose en una hilera inmensa repleta de españoles. Beloki, resignado a su suerte, luchaba con Kivilev por el tercer puesto. Hoy lo conseguirá en Luz Ardiden. Mientras, Jalabert, que completó casi 100 kilómetros en solitario, alimentaba el mito del ciclista que lo ganó todo menos el Tour. Ya es rey de la montaña.

Y Armstrong, que resistió cada embestida, remató en el último puerto. Antes tuvo tiempo de preguntar a Jalabert si era capaz de seguir su ritmo. Le hubiera dejado ganar.

Pero siguió subiendo, solo, con el objetivo de dedicar el triunfo a Fabio Casartelli, el compañero que murió en una curva de los Pirineos.

Esa es la doble cara de Lance, la del ciclista devorador y la del campeón humano, capaz de reventar un pelotón para levantar los dedos hacia el cielo. Ya son demasiados motivos para no entregarse a este americano descomunal. Mooneyham, yo me rindo.